jueves, 15 de mayo de 2008

Ritos




Entomofobia:
“Se define como un persistente, anormal,
injustificado, intenso y desproporcionado
miedo a los insectos. Las reacciones de quienes
padecen esta fobia con frecuencia parecen
irracionales a otras personas e incluso a sí mismos.”




Comienza a hacerse visible el sudor en su espalda, por debajo de la camisa recién
puesta. Las manos están frías, congeladas, de a poco comienza a sentir hielo en su nariz
y definitivamente ya no siente sus pies dentro de esos enormes zapatos. Algo en su estomago altera su respiración. Taquicardia. Nada que hacer.

-Cabro de mierda, otra vez te measte.
Jaime, de tan solo 7 años, llora e intenta no dejar de respirar.
-¡La próxima vez te voy a sacar la cresta, vay a ver no más!
El niño cierra los ojos y aprieta los dientes. Sigue llorando.
-¿Cuándo vay a entender que no podi’ andar meandote y mas encima lloriqueando como
las niñitas? ¿Ah? ¿A caso quieres que llame a tu papá?
La madre lo agarra de los brazos no precisamente con delicadeza y sin dejar de
zarandearlo, grita – ¡Hasta cuando tengo que aguantar tus porquerías!, ¡Contesta!
-¡NO!
- Jaime Andrés, te doy la ultima oportunidad para que me digas que cresta paso aquí.
-Hay algo en mi cama.
-¿Qué cresta hay en tu cama?
-No sé – Respira rápido, casi jadeando – no se, un bicho.
-¡Una barata!

Jaime Andrés Zaldívar, 30 años. Profesor de matemáticas de un colegio cualquiera.
Lunes, 7:15 AM, Café expresso recién hecho. Departamento 2 piezas, un baño, cocina
americana. Paredes blancas, alfombra blanca, sábanas blancas. Impecable.

La aspiradora acaba de parar, cuando de pronto suena el teléfono blanco. Era su novia,
también blanca. Su nombre es Laura, 28 años, profesora de básica.
-¿Alo?
- Alo, mi amor. ¿Por donde vienes?
- Espérate, todavía no salgo.
-¿Qué onda, amor? Estay súper atrasado.
- Estaba pasando la aspiradora.
- ¡Pero si ayer estaba todo limpio!
-La mugre se acumula cada segundo. Ándate sola, no alcanzo a ir a buscarte. Te amo.
- Ya, amor. Nos vemos mas tarde. Te amo.


Laura nunca entendía la importancia de mantener el orden y limpieza absoluta. Era
incapaz de percibir la suciedad. Poco le importaban ese tipo de cosas.
Miles de ácaros en el aire, los muebles, el piso, la cama, la ropa. Son los arácnidos más
numerosos que habitan el planeta. Pueden vivir desde los trópicos, hasta en regiones
polares. En cualquier lugar del planeta, alterando vidas inocentes.

Todo el edificio estaba repleto de plagas inmundas. Hormigas, moscas, asquerosas
arañas, baratas. Exceptuando el hogar de Jaime. Había todo lo necesario para evitar
cualquier tipo de desorden. Todo un equipo de fumigación, insecticidas, acaricidas, etc.
Todo era normal y extremadamente perfecto, nada de polvo. Tampoco había plantas.
Asquerosas plantas. La madre de Laura una vez intento darle vida al departamento con
una horrorosa planta color verde y blanco, repleta de gérmenes y sobre todo lombrices.
La querida suegra de Jaime, dejó la planta sobre el mantel blanco de la mesa del
pequeño comedor. Cuando Jaime intentó comer esa noche, no podía quitar la mirada de
las delgadas e inquietantes raíces que podía ver saliendo bajo la tierra húmeda,
pudriéndose entre hojas secas, cuescos de aceituna, pequeñas ramas, humus, entre otras
cosas. Solo intrincados recuerdos tiene sobre lo que paso exactamente esa noche, pero a
la mañana siguiente, por alguna extraña razón, que hasta hoy no podemos definir,
despertó justo en el comedor, con la cara y el pecho empapados de vomito y un aliento
increíble. Después de un largo baño con agua hirviendo, cogió dos bolsas de
supermercado, las puso cuidadosamente en sus manos frías, casi congeladas, tomó la
planta y salió hacia las escaleras del edificio. La dejo justo en la puerta de la señora
Inés, su vecina, a quien poco le importaría cuidar una planta más. Tocó la puerta y salió
corriendo, como quien abandona una canasta con gatitos, en la puerta de una anciana de
buen corazón.

Tarde otra vez. Todos los lunes es lo mismo, 15,20 o 30 minutos tarde. De todas
maneras la clase comienza como de costumbre, como cualquier clase de matemáticas.
VI medio, Logaritmos, nada especial. El bloque se hacía eterno. Cuando por fin tocaron
el timbre, partió a la sala de profesores. Estaba vacía. Solo podía oír el maldito reloj del
fondo. Sentado en el mesón, bebiendo café, no podía dejar de mirarlo. El sonido era
abrumador y el movimiento desesperante. Cuando creía que todo estaba perdido y que
moriría observando el reloj, suena el celular. Era un mensaje de Laura, “TKM mi vida”.

Theraphosa Blondi

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